miércoles, diciembre 22, 2004

Alrededor de la Ciudad II

(Después de tanto tiempo, la travesía debe ser terminada)

Habiéndome ya despedido del amigo que me permitió dar un respiro, continué la travesía... esta vez iba en plan de cultura y fomento educativo, además de internacionalización y asimilación de costumbres nocturnas.

Lindavista

Mis pies todavía no estaban a su 100% y empezaban los estragos de las neonatas ampollas.

Lindavista>18 de Marzo

¡Oh, sorpresa! Ya para esta hora había oscurecido. Además, dado los problemas típicos del Metro de la Ciudad de México, ya iba atrasado como por cerca de 15 minutos.

18 de Marzo>Hidalgo

Desdichadas sean las prisas. Me llevé un chasco en la estación Hidalgo gracias a éstas y al conductor del gusano naranja: estaba a punto de entrar al vagón, pero resulta que la alarma de las puerta sonó y éstas se cerraron; "mala suerte, aparte tarde" , pensé... pero de repente ví cómo se abrían las puertas de nuevo y pensé "ahora es cuando". Justo cuando casi ponía un pie dentro del vagón se vuelven a cerrar las puertas en mis narices... me ardió la cara de vergüenza y la gente me quedó viendo con mirada burlona tipo Nelson Muntz de The Simpson. Ni modo... a esperar el siguiente tren mientras comía mi Pocky.

Hidalgo>General Anaya

Con cerca de 20 minutos de retraso y la noche a cuestas, arribé a la estación General Anaya, antesala del Centro Nacional de las Artes. ¿Que por qué andaba por allá? Muy fácil: uno de mis amigos me hizo la invitación para asistir a la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Como llegué tarde y al salir de la estación no ví a nadie, el primer pensamiento fue: "T_T Se fueron... me lleva!". Afortunadamente, al poco tiempo de pensarlo, hizo acto de presencia quien me había invitado, junto con otro compañero que tenía rato de no ver.

Ya en el CENART, nos integramos a la Feria. He de decir que, a pesar de ser para "personas en vías de desarrollo" (Jejeje! Pequeña referencia de Mafalda), quedé gratamente impresionado por la cantidad de títulos que ahí había a precios muy accesibles... y sobretodo por la cantidad de niños que anhelaban un título. Es agradable ver que los niños se interesen por la lectura, la cual ha sido estigmatizada como un castigo, un fastidio, un asco por el Sistema Educativo Nacional.

Del CENART, puedo decir que es un complejo muy "padre" (...no encuentro otra palabra, lo siento...), desde las diferentes plazas, pasando por una muy bella fuente, sus corredores y edificios, así como su vasto jardín. Qué bello, en verdad.

Ya encarrerados y estando tan cerca, teníamos muchas ganas de ingresar a ver el programa de "La Dichosa Palabra" en el Canal 22. Lamentablemente, nunca pudimos encontrar la manera de ingresar al Estudio Pedro Infante... siquiera a los Estudios Churubusco (de donde transmite su señal el Canal 22) para poder apreciar in vivo uno de los pocos, poquísimos buenos programas de la TV abierta mexicana.

Con la "frustración" encima, decidimos ahogar nuesta pena con nieves y café en el bullicioso Coyoacán. Afortunadamente (para mí y mis pies) no tuvimos que abordar el Metro, taxi o autobús alguno para llegar dado que el amigo que me invitó traía automóvil. Llegamos a Coyoacán... parecía fueran las 7 u 8 de la noche de tanta gente y actividades que se desenvolvían en la Plaza Coyoacán y en la Plaza Hidalgo: músicos del EZLN en el kiosko, unos jazzistas cerca de la iglesia, merolicos por todos lados, adivinadores y pitonisas por otros lares, un payasillo que hacía las delicias de algunos niños que todavía andaban rondando a esas horas, el Changoleón deambulando entre los presentes... ¡púf!

Nos dedicamos a dar unas vueltas y llegamos a un mercadillo de artesanías. Había una muestra de cafetaleros, pero no tuvimos la curiosidad de pedir un café. Interesantes cosas que llevaban... desde alguna ropa y ornatos para casa, hasta pequeñas pipas para fumar (es Coyoacán... ¿qué se imaginan?) talladas en madera y hueso.

Como el hambre es canija, y más el que la aguanta, fuimos a un mercado de antojitos mexicanos que se encuentra a un tiro de piedra de la Cantina "La Guadalupana". Primero nos atrajeron las quesadillas, nada fuera de lo común. Después vimos unas tostadas que también se veían normales... sin embargo, cuando las pedimos, quedamos azorados del tamaño de aquellas, además de que estaban bastante buenas.

Ya cubierta nuestra necesidad fisiológica por la comida, decidimos seguir dando vueltas a los jardines (y mis pies ya me exigían tregua). Seguimos viendo las viscisitudes coyoacanenses durante un buen rato. Ya a la hora de partir nos topamos con un poco de tráfico al salir de la colonia, el cual fue rápidamente dejado atrás con los acordes de "The Strokes" que salían por las ventanillas del auto de mi amigo, del cual agradezco el "aventón" porque me hubiera sido casi imposible caminar tanto dentro de los túneles del subterráneo.

Hasta aquí queda aquella osada travesía alrededor de la Ciudad de México.